Reseña sobre Ames, Patricia (Ed.). (2017).
La diversidad en la escuela. Aproximaciones
antropológicas a las experiencias educativas
de los niños, niñas y jóvenes peruanos.
Lima: CISEPA-PUCP, IRD.
Liliana Miranda Molina
Recibido: 15-05-2018
Aprobado: 24-12-2018
R E V I S T A P E R U A N A D E I N V E S T I G A C I Ó N E D U C A T I V A
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La antropología de la educación es un campo de estudio reciente en nuestro
país. Esta disciplina abre un espacio amplio para la reexión en el que cultura
y educación se conectan, se condicionan y se recrean constantemente. En este
ámbito, el libro La diversidad en la escuela constituye un aporte signicativo.
La publicación está compuesta por nueve investigaciones que se basan en tesis
de licenciatura de Antropología, lo cual, además, signica un esfuerzo valioso
para promover nuevos investigadores e investigadoras.
El libro tiene la virtud de reunir distintas miradas sobre el acto cotidiano de
asistir a la escuela en la Amazonía, en las zonas andinas, así como en la ciudad
de Lima. Los trabajos compilados muestran cómo las categorías de edad, géne-
ro, juventud, entre otras, adquieren distintos sentidos dependiendo del contexto
donde nos situemos y cómo, al mismo tiempo, se entrelazan. De esta manera,
la antropología educativa permite analizar la educación como un entramado de
signicados sorteando la tentación de caer en los esencialismos a los que estamos
acostumbrados y de los que, en varias ocasiones, no es fácil escapar.
Queremos destacar algunos temas transversales a los distintos estudios, aun
cuando no es posible dar cuenta de cada uno de ellos. Un primer tema se relacio-
na con la agencia de niños, niñas y jóvenes. Al respecto, la capacidad que tienen
los estudiantes para construir prácticas propias y tomar decisiones es claramente
mostrada. Evidentemente, esta agencia es ejercida en el marco de las restriccio-
nes que les imponen no solo sus condiciones de vida y demás constreñimientos
sociales, sino también las que impone la propia lógica escolar.
Resulta interesante observar cómo las clásicas categorías de las Ciencias
Sociales de acción social y estructura se conjugan y toman cuerpo en cada uno
de los estudios. Esta agencia cuestiona la imagen tradicional de las escuelas
como simples espacios de reproducción de prácticas centrales y hegemóni-
cas. Dicho cuestionamiento no solo se observa en el caso de los estudiantes
que cursan o han concluido la secundaria, sino también en los más pequeños.
Así, en el estudio de Antonia Zegarra, desarrollado en una escuela primaria
de educación intercultural bilingüe en una comunidad shipibo, niñas y niños
proponen una nueva forma de usar el mobiliario escolar, y de cómo desarrollar
sus tareas y actividades. Como plantea la autora, esta manera de recrear el es-
pacio y su comportamiento no sería posible si los niños no hubieran asumido
un rol activo en su proceso de aprendizaje y si los docentes no hubieran sido
permeables a ello luego de un proceso de negociación.
Quizá, cuando armamos de manera pesimista que cualquier cambio que
se quiere realizar en la escuela es “colonizado” por la lógica y cultura escolar,
no logramos reconocer las prácticas espontáneas e informales en las que niños
y profesores negocian y dan lugar a nuevas prácticas. Esta capacidad de agen-
cia también aparece en el estudio de Roxana Gastelú sobre las experiencias
de jóvenes asháninkas. Esta investigación muestra cómo la presencia de la se-
cundaria en su formato homogéneo en la comunidad suscita la experiencia de
juventud, y así, la condición social del “joven indígena. Sin embargo, esta ten-
sión entre escolaridad y las formas en que los jóvenes indígenas experimentan
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su juventud, en contraposición a lo que los docentes esperan, no implica un
enfrentamiento con sus familias para mantener su condición de estudiantes
dadas las demandas tradicionales. Más bien, se observa que los jóvenes ashá-
ninkas negocian y actúan con autonomía frente a las demandas de sus padres
y toman diversos cursos de acción, otra vez, mediados por sus posibilidades y
restricciones.
En el mismo sentido, la investigación que realiza Melissa Villegas sobre la
decisión de las estudiantes de zonas rurales de Apurímac sobre el post secun-
dario nos permite observar los distintos niveles de agencia del alumnado feme-
nino. A pesar de compartir el mismo género, la interpretación y la negociación
de este grupo de estudiantes con sus familias sobre qué realizarán luego de
concluir sus estudios secundarios y los resultados que obtienen varían según la
presencia de factores que posibilitan o limitan sus proyectos profesionales. En
este marco, la presencia de modelos femeninos familiares es uno de los factores
clave en las decisiones que toman las estudiantes.
Por su parte, el trabajo de José Carlos Ortega resulta también ilustrativo de
la relación entre agencia, identidades y estructura. Los jóvenes awajún que se
adaptan en la ciudad sintetizan lo que han aprendido en sus labores y tienen la
capacidad para resignicar la identidad awajún. Moverse entre la comunidad y
la ciudad no implica necesariamente un proceso de transformación que tenga
como resultado una identidad mestiza. A partir de sus experiencias, constru-
yen un abanico de nuevas formas de entenderse a ellos mismos como awa-
jún. Esta plasticidad y versatilidad encierra posiblemente algunas respuestas a
nuestras viejas interrogantes sobre la identidad nacional.
Las demandas por una mejor educación es otro tema que aparece cla-
ramente en el libro. Las investigaciones muestran que, si bien los estudiantes
valoran la escuela como un espacio relevante, son críticos con respecto a la
educación que reciben. Consideran que esta no es adecuada para sus expec-
tativas personales, sobre todo, si estas suponen acceder a estudios superiores.
En el estudio de Villegas, las estudiantes de Apurímac son claramente
conscientes de que necesitan pasar por una academia preuniversitaria si quie-
ren continuar con sus estudios superiores, pues la secundaria a la que acceden
no las preparó adecuadamente para el ingreso a la universidad. Esta decien-
cia, evidentemente, se convierte en un factor limitante para sus aspiraciones
profesionales, debido a que solo aquellas cuyas familias puedan solventar el
costo de la academia y de los procesos de admisión que requieran tendrán
más posibilidades de acceder a la universidad. Esto se convierte en un factor
adicional de exclusión. Es importante anotar que este hecho pone de manies-
to la falta de coherencia entre el tipo de aprendizajes que busca desarrollar la
educación secundaria y los que demandan los exámenes de admisión de ciertas
instituciones de educación superior.
El mismo sentimiento de decepción sobre la educación recibida es evi-
denciado en el caso de los estudiantes asháninkas. A diferencia de sus padres,
para quienes alcanzar la alfabetización básica era suciente, esta generación de
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jóvenes aspira a lograr una mayor educación. Saben que mejorar sus condicio-
nes de vida supone no solo completar la secundaria, sino acceder a educación
superior. Así, pareciera que el denominado “mito de la educación” se ha resig-
nicado. La conanza de los padres en el sistema educativo ahora se traslada a
los propios jóvenes que, durante la secundaria, van entendiendo que el éxito de
sus aspiraciones supone una educación superior y que, para alcanzarla, requie-
ren de una buena educación básica.
Finalmente, aun cuando los estudios comentados muestran la capacidad
de agencia de los estudiantes, así como la permeabilidad de algunos docen-
tes, no podemos dejar de reconocer que la escuela peruana sigue siendo una
institución con poca capacidad para incorporar las diferencias y adaptarse a
nuevos escenarios. Por ejemplo, el estudio de Marion Bukard sobre estudiantes
indígenas del Programa Beca 18 plantea que, en la universidad, también existe
un desencuentro entre la lógica educativa y las prácticas sociales de los estu-
diantes. Este desencuentro se maniesta en la distinción entre conocimiento
cientíco y conocimiento cultural, que anula la validez de las distintas formas
de producir saberes.
La escuela es todavía una institución que mira con desconanza la diver-
sidad, como lo evidencia el estudio de Paulo Temoche en Barrios Altos. Dicha
institución asume como parte de su misión contribuir a que los estudiantes
pasen por un proceso de “desculturización” y “descriollización” con el objetivo
de crear a un “nuevo sujeto social”.
El libro nos muestra que la escuela y el sistema educativo en general se
enfrentan a varios desafíos para convertirse en un espacio realmente acogedor
y adecuado, que esté a la altura de lo que los estudiantes esperan de ellos. En la
actualidad, no cumplen con dichas expectativas: una escuela abierta a la diver-
sidad, que converse con ella y que reexione desde ella.
Consolidar a la escuela como un espacio abierto y diverso no es un reto
sencillo ni de corto plazo, pero resulta imprescindible para dar una respuesta
a niños, niñas y jóvenes que, a pesar de todas las dicultades estructurales y
coyunturales, siguen conando en sus escuelas como espacios de aprendizaje
y sociabilidad. En caso contrario, no estaremos formando ciudadanos y ciuda-
danas que aprendan a convivir de manera democrática en un país diverso, en
libertad y autonomía.
En un país como el Perú, donde la relación entre educación y diversidad es
una tarea a (de)construir, el libro La diversidad en la escuela ayuda a compren-
der la experiencia educativa en general y la implicancia político-práctica que
conlleva al poner en cuestión el carácter altamente prescriptivo que todavía
caracteriza al proceso educativo y, en particular, a la pedagogía en nuestro país.