REVISTA PERUANA DE INVESTIGACIÓN EDUCATIVA

2024, No. 21

ISSN: 2077-4168

 

Reseña: Rotalde, Daniela. (2023).

Desde el corazón de la educación rural.

De una escuela que enseña a una comunidad que aprende.

 

 

Paola Yerovi Verano

paola.yerovi@upch.pe

 

 

Recibido: 19/02/2024

Aprobado: 07/03/2024

 

 

Esta es la segunda reseña1 de una serie de reseñas que espero escribir con el propósito de acercarme a la investigación educativa, más allá de mi rol como correctora de estilo y editora de textos en el sector Educación. Cuando edito un texto, cualquier texto, busco mejorarlo y confeccionarlo de tal manera que la voz del autor no solo se mantenga, sino que se haga escuchar. Al intervenir sobre un texto, se acciona todo lo que he leído, mis experiencias de vida, como mujer, como peruana, como docente, como lingüista. Cuando leemos y escribimos, no lo hacemos solos; estamos acompañados —y hasta direccionados— por las voces de distintos autores, de los que nos han formado y de quienes hemos formado también.

Daniela Rotalde, en su libro Desde el corazón de la educación rural, escribe acompañada de las voces de los estudiantes, docentes, padres, madres, directivos, líderes sociales y autoridades locales que, junto con su equipo, entrevistó durante seis años de investigación y monitoreo del proyecto Efecto Ancash, el cual buscó mejorar la calidad educativa en cuatro distritos de Huari, Ancash, en Perú, entre los años 2017 y 2022. El texto que nos regala Rotalde nos permite circular por esta experiencia, como lectores que vamos recorriendo, junto con ella, por los distintos latidos, pulsaciones y sentires de una realidad que desentraña la educación rural en nuestro país.

El prólogo del libro de Rotalde, escrito por Franco Mosso Cobián, CEO y cofundador de Enseña Perú, nos recuerda que, en el año 2030, se cumple el plazo para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por las Naciones Unidas. A cinco años de tal fecha, sigue siendo un desafío constante (¿e interminable?) el de mejorar la calidad educativa en los distintos y tan diversos territorios en los que se encuentran nuestros estudiantes. El territorio que nos da a conocer Daniela es el de Áncash, región ubicada en el tercio inferior nacional según sus resultados de pruebas censales en matemáticas y lectura; específicamente, Huari, donde las condiciones a las que se tienen que adaptar docentes y estudiantes son tan tristes como alarmantes. Niños, niñas y docentes que tienen que caminar largas distancias para llegar a sus escuelas en climas poco favorables; familias que no se involucran en el aprendizaje de sus hijos, porque no saben cómo, porque no saben que también son importantes; contextos de pobreza que conllevan no solo falta de recursos, sino también desnutrición, abandono y hasta violencia.

Desde los más profundo de este corazón roto, Rotalde nos dice que “el espíritu de este libro [su libro] es optimista” (p. 11). Ella invita al lector a observar el problema más allá de las cifras, de las evaluaciones, a no ver “solo lo inevitable, sino lo posible” (p. 11) con miras a encontrar un equilibrio en la balanza social. Esta ilusión —que compartimos también los docentes— es, en parte, retratada a través de la historia que nos cuenta de la conocida asociación Enseña Perú. Sus fundadores, dos jóvenes peruanos que estudiaban en el extranjero, habían conocido en el 2009 el movimiento Teach for All, cuyo objetivo era cerrar las brechas educativas, a la vez que impulsara el liderazgo entre jóvenes profesionales comprometidos con impactar positivamente en la sociedad. Este modelo fue traído a Perú con un objetivo muy claro: para el 2032, ocho de cada diez estudiantes peruanos deberían tener acceso a una educación de calidad. Daniela Rotalde cuenta que, en el 2014, cuando ya trabajaba en la consultora de comunicación Toronja, conoció a los de Enseña Perú, quienes le presentaron su proyecto y sus ilusiones. Esta historia de trabajo conjunto empezó así, con un simple y sincero “¿Nos pueden ayudar?” (p. 32).

Así, Rotalde empieza a contar su experiencia con Enseña Perú, con quienes se une en el recorrido para “diseñar una intervención que pudiera transformar un sistema local en su conjunto, de manera tal que, con el tiempo, esa transformación se sostuviera sola” (p. 37). El modelo de Enseña Perú, importado desde Teach for All, era el siguiente: jóvenes profesionales de distintas carreras se comprometerían a trabajar como docentes en escuelas públicas en diferentes territorios del Perú durante dos años. Para ello, también los capacitarían y acompañarían en este proceso de inmersión y aprendizaje con el objetivo de formarlos en una educación centrada en el estudiante. En diciembre del 2009, se le daba la bienvenida a la primera promoción de Profesionales de Enseña Perú (conocidos como PEP)2, la cual contaba con 26 jóvenes peruanos que compartían una misma ilusión. En palabras de Rotalde, eran “un grupo de jóvenes tan decididos a producir un cambio que habían apostado por una organización que aún no existía” (p. 35). Para el 2012, ya eran 100 los PEP distribuidos en el Perú. Para el 2016, junto con Antamina y Toronja, estarían codiseñando e interviniendo en un programa multisectorial e interinstitucional en cuatro provincias de Huari: San Marcos, San Pedro de Chaná, Chavín de Huántar y Huachis. El desafío implicaba irrumpir no solo el aula, sino también a los otros actores e instancias de la comunidad educativa, como la escuela, la familia, la UGEL y la dirección regional. Como se ha mencionado, el objetivo final era que los cambios conseguidos fueran sostenibles en el tiempo; en ese sentido, había que trabajar para y con los distintos actores locales en beneficio de una comunidad educativa que pudiera diseñar y ejecutar sus propios proyectos. Los componentes del proyecto Efecto Áncash fueron los siguientes: programa de liderazgo, con 50 jóvenes profesionales colocados en distintas instituciones educativas de primaria y secundaria en los cuatro distritos mencionados; programa de formación y acompañamiento docente ¡Qué Maestro!, que trabajaría competencias de liderazgo entre los docentes, así como redescubrir y potenciar su vocación y creatividad; y ecosistema educativo, componente que entendía que, para la transformación, también había que promover y articular el cambio desde las altas instancia administrativas, como con especialistas y directivos de la UGEL.

Daniela Rotalde agrega un componente más: el monitoreo. Antes de ello, también destaca y le da un lugar en su libro al rol del consultor. En el capítulo que titula TORONJA, ella afirma que “el drama del consultor reside en el límite de sus posibilidades” (p. 31). Con ello, quiere decir que el consultor, si bien observa, analiza y recomienda, “nunca entra a la cancha” (p. 31). En el proyecto Efecto Áncash, ella y su equipo irían al territorio de intervención para recoger información, monitorear y evaluar las distintas instancias y procedimientos que se estuvieran llevando a cabo, de manera que podrían tomar decisiones informadas y oportunas para mejorar. Con ese fin, dos veces al año, en los seis años que duró el proyecto, recogerían las voces de más de mil personas involucradas en la comunidad educativa, lo que ella bien califica como un lujo. Así, propone un sentido distinto al rol del consultor: “Asumíamos el papel de copilotos” (p. 48). En ese sentido, interpela la función de la consultoría como, quizá, es entendida en el ámbito académico, tan distante a veces de la práctica y las realidades educativas. El monitoreo, de tipo cualitativo, supera (o acompaña), entonces, lo que los datos numéricos pueden explicar o evidenciar, pues implica “un ejercicio de escucha, de diálogo, de agencia creciente” (p. 53), con los distintos actores involucrados en el proyecto y/o territorio intervenido.

Lo más rico del texto de Rotalde es poder escuchar estas voces a través de una prosa con un ritmo y pulso que permite mantener la lectura de manera fluida y, así, sumergirse en las vivencias, recuerdos y emociones de quienes experimentan los efectos del proyecto. Estos relatos y testimonios dan a conocer el verdadero corazón de la educación rural.

Daniela nos presenta a Joselyn, quien con el apoyo de su profesora (PEP) Seida, pasó de ser “una niña fantasma” (p. 20) a reinsertarse en el sistema y camino educativo cuando logran detectar su diagnóstico de retardo mental moderado. Antes de que Seida llegara a la vida de Joselyn, esta niña estaba “atrapada en 4.o grado de primaria” (p. 20), no sabía leer ni escribir, e incluso había sido sometida a burlas tanto de sus compañeros como de una docente anterior. Otro caso que conocemos (y sentimos) junto con Rotalde es el de Julieta, adolescente rebelde, conflictiva y sin contención familiar. Su abuela, así como su mamá, le decían que para qué iba a estudiar si, al final, iba a quedar embarazada. Mónica (también PEP) fue su profesora en segundo año de secundaria y, como Julieta bien lo dice, le cambió la vida. Además de los testimonios de estas dos niñas luz, Joselyn y Julieta, también podemos conocer y escuchar a sus profesoras, Seida y Mónica, quienes nos cuentan las adversidades que tuvieron que enfrentar al llegar a las escuelas donde las habían ubicado como Profesionales de Enseña Perú. Con mucho detalle y tino, Rotalde comparte la primera vez que Seida conoció un escuela multigrado cuando, trabajando como administradora, visitó el caserío de Miraflores a sus 27 años. Por sus pequeñas dimensiones, ella pensaba que era un nido, pero en realidad era toda una escuela primaria. Posteriormente, Seida, inquieta y movilizada por esta imagen, postularía a Enseña Perú, donde conocería a Joselyn, su niña luz. El resto es historia. Por otro lado, Mónica, una profesora joven que iba a trabajar en jean y zapatillas, luego de un primer año exitoso como PEP, se terminó haciendo cargo de las secciones más problemáticas de la institución, la E y F de El Izaguirre, la secundaria más grande de Chavín. Ella tuvo que asumir este desafío y, junto con los padres de familia y sus estudiantes, pudo mejorar los niveles de aprendizaje de matemáticas en sus aulas.

Por otro lado, un punto álgido y discutible en el libro de Rotalde es el que nos lleva a conocer la “resistencia docente” frente al proyecto Efecto Áncash y, con ello, sobre todo, frente a la presencia de los PEP en las aulas de las instituciones educativas intervenidas. Ya desde la primera etapa del monitoreo, en el 2017, el equipo de Rotalde encontró, en las entrevistas a docentes y directivos, posiciones polarizadas. Por un lado, mientras algunos convenían en que el proyecto podía beneficiar a la comunidad educativa, otros ponían en duda su metodología o la adecuada preparación de los PEP. Recordemos que fueron 50 docentes PEP, quienes, sin haber estudiado necesariamente Educación o tener experiencia en ello, llegaban a irrumpir en instituciones educativas con prácticas ya establecidas. De hecho, mientras avanzaba en la lectura, yo misma me preguntaba: ¿por qué mandan a jóvenes sin experiencia y sin formación docente?; ¿por qué no mandan a personas con más experiencia laboral?; ¿será que los jóvenes suelen ponerse más la camiseta y, por eso, son ellos los seleccionados para enfrentar semejantes realidades?; ¿realmente los preparan para eso?, ¿qué pasa cuando los PEP terminan su periodo de dos años y se van? Estas son preguntas que pudieron haber surgido entre los docentes de las distintas instituciones educativas intervenidas y que podrían surgir, también, en el lector. Uno quiere saber más.

Rotalde cuenta que “el clima al interior de las escuelas se volvió tenso” (p. 103), y que los directivos no siempre sabían o podían responder a las críticas que el proyecto suscitaba entre su plana docente. Adicionalmente, la comunidad educativa se veía afectada por la huelga magisterial de ese momento, además de haber sufrido las lluvias a causa del Fenómeno de El Niño, lo que perjudicaba el funcionamiento normal de las escuelas. A los PEP los llegaron a pensar “espías del Minedu”; incluso, a Mónica, por ejemplo, un colega le dijo “Tú eres de Engaña Perú, ¿no?” (p. 92) mientras bailaban en la fiesta de cumpleaños de un profesor. Si bien, a través de escenas como estas o de los mismos testimonios de los docentes opositores, Rotalde expone esta polarización, termina concluyendo que, “con el tiempo, los resultados conseguidos con los estudiantes fueron notorios e indiscutibles” (p. 105). También, enfatiza que, gracias al monitoreo que detecta este problema, se pudieron tomar decisiones oportunas, como potenciar y expandir la función de ¡Qué Maestro!, donde podrían reflexionar en torno a dichos cuestionamientos, y fortalecer el vínculo entre los docentes y los PEP.

Oportunamente, Rotalde nos presenta a Nelly, un caso especial, porque nos aproxima a otra perspectiva, la mirada de los que “reciben” a los de Enseña Perú. Ella, tras una larga y ardua trayectoria, ya era una autoridad de la comunidad educativa (especialista del FONDEP3 y, posteriormente, gerente de Desarrollo Social de la Municipalidad). Atraída por el propósito de Enseña Perú y las evidencias de éxito que iba conociendo desde la cancha, termina siendo aliada y parte del proyecto como coordinadora de liderazgo. Mediante Nelly, la “resistencia docente” parece difuminarse y volvemos a enfocarnos en lo positivo del proyecto, en su luz. Quizá, otros lectores esperarán, en este punto, encontrar más desarrollo en torno a la oposición al proyecto y/o a Enseña Perú.

En resumen, mediante las voces seleccionadas por Rotalde, el libro nos lleva a través de las distintas etapas por las que pasa el proyecto: desde la resistencia de los docentes ante la presencia de los PEP, la indiferencia de las autoridades por cuestiones políticas, las experiencias de éxito de los estudiantes, hasta las evidencias de que su trabajo funcionó. Y, con ello, a la aceptación de varios actores educativos que reconocen el impacto positivo del proyecto. Sin embargo, nada más importante que el reconocimiento de los propios alumnos y alumnas, cuyos corazones se ven revitalizados y ensanchados por el cariño y dedicación de profesoras como Seida, Mónica y Nelly, quienes saben que la mejor manera de enseñar y aprender es respetando a los estudiantes considerando sus emociones y condiciones de vida que los afectan. Para mí, leer y sentir estas voces es lo más valioso del libro.

No olvidemos que el texto se ubica y enfoca en la educación rural, sobre todo en las escuelas multigrado, que son el 90 % de las instituciones primarias rurales del Perú, y que la mitad de estas son unidocentes. Si bien Rotalde describe el contexto del territorio de Áncash (Huari), podemos extrapolarlo a otras comunidades rurales de nuestro país. Los PEP de estos relatos, así como ningún docente en zonas rurales, la tuvieron fácil. Ellos (ellas) tuvieron que ir a contracorriente de un sistema que no las apoyaba; agotadas, con pocos recursos, frustradas, incluso hasta se sintieron de alguna forma abandonadas, priorizaron —en cierta medida— el bienestar de sus estudiantes sobre el de ellas. Aquí, no puedo evitar la asociación con el libro de Ricardo Cuenca, La misión sagrada, que, entre otros temas, discute esta “vocación” que, en teoría, sentimos los profesores.

En un país como el nuestro, así como otros en el mundo, las adversidades circulan por todo el sistema educativo. Más allá de las preguntas que puedan quedar pendientes, el trabajo que Rotalde ha conseguido verter en su libro nos traslada no solo a Áncash, sino también a todo contexto educativo con condiciones desfavorables para el aprendizaje de sus estudiantes y para el trabajo de sus docentes. No obstante, las voces de los protagonistas de esta experiencia nos recuerdan que todo esfuerzo suma en el camino hacia una educación de calidad para todos los peruanos y peruanas.


  1. 1. La primera reseña de la serie fue la del libro La misión sagrada, de Ricardo Cuenca, la cual fue publicada en esta misma revista, vol. 14, núm. 17, año 2022. Disponible en http://revistas.siep.org.pe/index.php/RPIE/article/view/439/362

  2. 2. Rotalde define a un PEP como “un docente que brinda acompañamiento personalizado y flexible para que cada alumno tenga la capacidad de desarrollar sus competencias y construir su propio camino de aprendizaje. (...). Se espera que los PEP tengan un rol catalizador en las comunidades educativas, involucrando a los padres y madres de familia, y compartiendo aprendizajes con los maestros y directivos.” (p. 44)

  3. 3. Fondo de Desarrollo de Educación Peruana, entidad del Ministerio de Educación que asesora y apoya instituciones educativas en proyectos de innovación pedagógica.