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¿qué significa ser un buen profesor?
fuerza se encuentran unas con otras, formando así una cadena o sistema,
o, por el contrario, las disyuntivas y contradicciones que las aíslan a unas
de otras; y, nalmente, como las estrategias en las que estas relaciones de
fuerza ocurren, y cuyo diseño general o cristalización institucional está en-
carnado en el aparato del estado, en la formulación de la ley, y en la varie-
dad de hegemonías sociales (pp. 92-93 [el énfasis es propio]).
Puede, entonces, asociarse esta signicación —o signicaciones— con lo
que hemos planteado como discurso ocial en torno a la idea de buen profesor,
sobre todo, aquella sección resaltada en que se explicita el carácter estratégico
del poder y su materialización en las instituciones de Estado y sus operaciones.
Dado que “donde hay poder, hay resistencia y, sin embargo, o, consecuente-
mente, esta resistencia nunca está en una posición de exterioridad frente al
poder” (Foucault, 1978, p. 95), la investigación crítica se vuelve una instancia,
un territorio de resistencia. Otra interesante reexión del lósofo francés nos
orienta en la crítica de la construcción de discursos ociales, sobre los cuales
nos recuerda que “debemos tratar de determinar las maneras de no-decir tales
cosas, cómo esos que pueden y esos que no pueden hablar de ellas están dis-
tribuidos, qué tipo de discursos están autorizados o qué formas de discreción
son requeridas en cada caso”, y que en ese ejercicio de levantar sospechas “no
hay uno sino muchos silencios, y éstos son parte integral de las estrategias que
subyacen y permean los discursos” (Foucault, 1978, p. 27).
Así, queda claro que el discurso ocial —incluida la literatura didáctica—
supone una visión unilateral, prescriptiva y con poco margen para el cuestio-
namiento de un tema tan delicado como el de la calidad de la práctica docente.
Por otra parte, el discurso de la investigación, a pesar de no estar exento de
retórica y posible intencionalidad persuasiva, amplía los márgenes de com-
prensión del problema, provee de información, y abre espacios de discusión y
debate. Ambos discursos producen un cierto tipo de conocimiento sobre una
materia en común. Sin embargo, la existencia del discurso ocial es innegable,
y también lo es el poder de su estatus ontológico dentro de los espacios inte-
ligibles y materiales y de los individuos. Todos estos elementos se encuentran
dentro de un contexto en el que “la disciplina nunca fue tan importante y tan
valorada que en el momento en el que se volvió importante manejar [manage]
a la población”, y en el que este manejo “implica el manejo de la población en
sus profundidades y detalles” (Foucault, 1992, p. 102). El discurso ocial en
torno a la idea de buen profesor es parte de aquel conocimiento ocial que
permite la aparición de los mecanismos y estrategias que establecen aquella
idea como la única posible, en una clara misión de las instancias ociales por
disciplinar y controlar un determinado campo de la actividad humana, en este
caso, la enseñanza y la práctica docente.
Por otra parte, el discurso crítico de la resistencia entiende que, por
ejemplo, “la subjetividad del profesor se construye dentro de una red de
prácticas sociales infundidas de relaciones de poder” (Ball, Maguire, Braun y