Estudiando para ser alguien en la vida: consecuencias
del fracaso educativo en los jóvenes de Nauta
Maite Bustamante de Almenara
Programa de Pueblos Indígenas de la Defensoría del Pueblo
maite.bustamante.25@gmail.com
Recibido: 15-05-2018
Aprobado: 21-01-2019
R E V I S T A P E R U A N A D E I N V E S T I G A C I Ó N E D U C A T I V A
2 0 1 8 , N o . 1 0 , p p . 8 3 - 9 8
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maite bustamante de almenara
Estudiando para ser alguien en la vida: consecuencias
del fracaso educativo en los jóvenes de Nauta
Resumen
En la ciudad de Nauta, la carrera profesional es percibida como el único medio
a disposición de los jóvenes para acceder a una vida signicativa. En un con-
texto de precariedad y discriminación, donde las estrategias de vida de las ge-
neraciones pasadas se consideran insostenibles; la educación superior ofrece la
esperanza de acceder a nuevas alternativas. No obstante, por falta de recursos,
la mayoría no logra acceder a esta meta. El fracaso enfrenta a los jóvenes a una
serie de dilemas, presiones familiares y desilusiones personales ante las cuales
algunos incluso toman la decisión de suicidarse. En este artículo se analizan
los discursos en torno a la educación en Nauta que contribuyen a poner a los
jóvenes en una situación de riesgo ante el fracaso en acceder a una educación
universitaria. La información a continuación es parte de una investigación más
amplia sobre suicidios de jóvenes en Nauta, para la cual se realizó un trabajo de
campo de dos meses en el año 2016.
Palabras clave: Salud mental, suicidio, educación y desarrollo, educación,
igualdad de oportunidades
Studying for becoming someone in life: consequences
of educational failure among Nauta youth
Abstract
In the city of Nauta, achieving undergraduate studies is perceived as the only
available way for young people to access to a signicant life. In a context of scar-
city and discrimination, where life strategies of past generations are considered
unsustainable, Higher Education brings hope of accessing to new alternatives.
However, due to the lack of resources, most of young people are unable to succeed
in this goal. is failure faces them into a series of dilemmas, family pressures and
personal disappointments, which even lead some of them into committing suici-
de. is article analyses the education-related discourses in Nauta that contribute
to put young people into a risky situation when failing in achieving undergra-
duate studies. e data presented is part of a wider research regarding suicides
among young people in Nauta, for which a two-months-eld-work was carried
on in 2016.
Keywords: Mental health, suicides, education and development, education,
equality of opportunities
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La promesa de la educación
Desde el siglo XX, especialmente desde su segunda mitad, el Perú es escenario
de una lucha individual, familiar y comunal por parte de campesinos e indí-
genas en busca de garantizar el acceso de sus hijos a la educación. Esta lucha
parte de la premisa de que, por medio de la educación, los hijos podrán dejar
atrás la pobreza, la discriminación, los engaños y los abusos, que desde la época
colonial tiñen la historia de las poblaciones rurales. Del mismo modo, se basa
en la idea de que este canal les permitirá defenderse, conseguir trabajos bien
remunerados y volverse ciudadanos valorados y respetados. En otras palabras,
aspiran a que la educación les permita acceder a una real y justa integración
con la sociedad nacional y el mercado (Ames, 2002, p. 12-55; Ansión, 1995, p.
508-514; Degregori, 2007, p. 7).
Este artículo presenta un caso en el que esta lucha fracasa. Es decir, se
trata de un caso en el que, pese a todos los esfuerzos realizados, la educación
no mejoró signicativamente las posibilidades de los hijos de acceder a las con-
diciones de vida esperadas. Se ha discutido ampliamente sobre los factores que
pueden llevar a este tipo de fracaso, haciendo referencia a elementos como la
calidad de la educación, las brechas de acceso, la desigualdad de oportunida-
des, los enfoques pedagógicos, los factores estructurales, entre otros
1
. Muchos
de esos factores están presentes en el caso de Nauta.
No obstante, en esta oportunidad, el foco de la discusión es otro: se eva-
lúa en qué medida los discursos y las prácticas asociadas a la promesa de la
educación contribuyen a poner a los jóvenes en una situación de riesgo. De
esa manera, este artículo busca discutir sobre el impacto negativo que pueden
tener algunos discursos bienintencionados en el ámbito educativo. Asimismo,
apunta a reexionar hasta qué punto los términos para la integración social
ofrecidos por esta promesa pueden no ser los más adecuados.
La información obtenida es producto de un trabajo de campo de 2 meses
realizado en el año 2016 en la ciudad de Nauta. En este, se aplicó 65 entrevistas
semiestructuradas a escolares y jóvenes de hasta 25 años, tanto hombres como
mujeres. La mayoría pertenecían a los colegios públicos Miguel Grau Semi-
nario y Nuestra Señora de Loreto, y fueron seleccionados mediante el método
bola de nieve. Asimismo, se entrevistó a 10 adultos relacionados con el tema
2
y se revisó registros locales, entre ellos, 31 entrevistas realizadas por la Radio
Ucamara durante el 2013 a madres, padres, hermanos y viudas de jóvenes que
se suicidaron.
El objetivo del trabajo de campo fue determinar por qué en Nauta existe
una alta incidencia de suicidios juveniles. Por ese motivo, el foco de atención
1. Al respecto, puede consultarse Ames (200), Ansión (1995) y Benavides (2007).
2. Algunos habían estudiado este fenómeno de manera periodística, otros eran familia-
res de víctimas y otros se habían acercado al tema a partir de su trabajo con adoles-
centes.
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se concentró en tres aspectos: a) conocer las expectativas de vida y las dicul-
tades que enfrentan los jóvenes nautinos; b) recoger las percepciones sobre
por qué ocurren suicidios juveniles, quiénes lo cometen y desde cuándo; y c)
reconstruir experiencias de suicidios o intentos de suicidio. En un primer mo-
mento, la educación no fue prevista como un foco de atención. Sin embargo,
conforme fue avanzando la investigación, la dimensión educativa se convirtió
en un aspecto fundamental, por aparecer como el telón de fondo del grueso de
los casos de suicidio.
El sacricio de los padres
La ciudad de Nauta es una capital de provincia en el departamento de Loreto.
Desde el siglo XIX, es un puerto estratégico en el comercio uvial entre Perú y
Brasil (Agüero, 1994). Pese a ello, al 2016, la mayor parte de su economía era
informal, el 69% de su población calicaba como pobre extremo y el 27% como
pobre, y solo una minoría tenía acceso a servicios de agua y saneamiento.
Desde el año 2001, Nauta experimenta un crecimiento poblacional verti-
ginoso. En el 2016, sobrepasó los 30,000 habitantes, lo que representó un cre-
cimiento de un 50% con respecto al 2006. Este acelerado crecimiento inició
con el proyecto de construcción de la carretera Iquitos-Nauta, el cual reducía
el tiempo de viaje entre ambas localidades de aproximadamente 18 horas a tan
solo una hora y media.
El inicio de la construcción de la carretera creó una expectativa muy gran-
de. Políticos y funcionarios públicos predicaban descuidadamente la llegada
del progreso. En ese contexto, muchas familias de las comunidades de la ribera,
deseosas de compartir los benecios anunciados, decidieron dejar sus tierras
para probar suerte en la ciudad. La expectativa de que el progreso nautino per-
mitiría a sus hijos acceder a una educación superior que, en última instancia,
les daría acceso a una mejor calidad de vida fue un elemento central en la toma
de esa decisión.
No obstante, empezar de nuevo no fue fácil. El rápido crecimiento pobla-
cional ocasionó una fuerte presión por la tierra. Se invadieron terrenos que
antes eran usados como chacras o como monte para recolectar recursos fo-
restales, y se concesionaron terrenos estatales. Ello imposibilitó a la mayoría
de migrantes conseguir un terreno agrícola del tamaño del que dejaron en su
comunidad. Adicionalmente, el uso irresponsable de los recursos forestales
durante las invasiones desorganizadas y la contaminación producida por acti-
vidades extractivas en la zona contribuyeron a que disminuya drásticamente la
productividad de los suelos y la cantidad de pescado disponible. Estos factores
obligaron a las familias migrantes a abandonar la economía de autosubsisten-
cia y a adaptarse al sistema laboral nautino.
El grueso de la población empezó a trabajar como vendedor, carguero,
peón, niñera, barrendera, motocarrista o algún otro ocio no especializado. La
gran mayoría de esos empleos eran informales, inestables y ofrecían salarios
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muy bajos. El rápido crecimiento poblacional generó una sobreoferta de mano
de obra, lo que permite hasta el día de hoy que el sueldo promedio ronde los
200 soles mensuales, es decir, un 80% menos que lo establecido como el sueldo
mínimo nacional. Los sueldos son tan bajos que no alcanzan más que para
sobrevivir. Las familias viven al día y requieren que varios de sus miembros
trabajen para cubrir los gastos no alimenticios, como útiles escolares, ropa o
alguna medicina. Incluso, en ocasiones, un solo empleo por persona puede ser
insuciente, por lo que se suele combinar diversas estrategias económicas por
persona.
Pese a que Nauta no ofreció buenas oportunidades laborales ni de vivien-
da a los migrantes, jóvenes y adultos coinciden en que migrar a Nauta fue una
buena decisión. Ello se explica haciendo referencia a las posibilidades de fu-
turo: a la posibilidad de que la siguiente generación acceda a una educación
superior y, de esa manera, a un mejor trabajo que permita mejorar la situación
de toda la familia. Desde esa lógica, la apuesta de los migrantes fue, a n de
cuentas, un sacricio por sus hijos.
Te voy a dejar con tu recuerdo que es tu educación, tu herencia, tu
educación. Comiendo, no comiendo, te voy a dar para que tenga usted.
Así le decía a ella: “ya que ninguno de tus hermanos mayores ha querido
estudiar, siquiera usted, hija; yo quiero que ustedes sean algo. (Madre
de familia, 2016)
Para “ser alguien en la vida
La lucha por la educación de las poblaciones rurales en el Perú, desde sus
inicios, está muy ligada a adquirir prestigio. Lo que importa no es tanto q
aprendes, sino en quién te puedes convertir con lo que has aprendido. Esta idea
cobra un especial sentido si consideramos que las relaciones de opresión y sub-
ordinación que motivan esta lucha son, en gran medida, herencia de una so-
ciedad colonial estamental (Ansión, 1995, p. 511-513). El hablar castellano, el
saber leer y escribir, el ser de la costa o de la sierra, el ser blanco o indio, el vivir
en las zonas urbanas o rurales son todos signos de la jerarquía que uno ocupa
en la sociedad, y, por ende, de sus posibilidades y oportunidades en la vida.
En esa línea, Montoya (1980, p. 309-316) describe el acceso de los cam-
pesinos a la escuela en Puquio a inicios del siglo XX como una rebeldía mani-
esta al orden social y una afrenta al sistema de opresión feudal dominante de
la época. Mediante la escuela, los campesinos se desligaban de aquellos signos
que los identicaban con su origen subordinado y se apropiaban de los sig-
nos que tradicionalmente habían sido exclusivos de los grupos dominantes.
Mediante este proceso, ellos adquirían nuevos derechos y posibilidades, pero
lo hacían mediante el rechazo de su cultura, la cual se veía fuertemente afec-
tada. Esta manera dicotómica de comprender la identidad que uno deja y la
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identidad que uno adquiere mediante la escuela se observa también en el caso
nautino. La gran mayoría de los migrantes que llegaron a Nauta descienden
de la población indígena Kukama, pero no se identican como tales. Al con-
trario, muchos buscan desligarse de aquellos rasgos que evidencian su origen
étnico. Según algunos autores, estas actitudes son parte de una estrategia de
adaptación a un medio social caracterizado por discriminar y marginar a los
indígenas (Berjón y Cadenas, 2011; Rivas, 2000; Stocks, 1981).
Desde su primer contacto con población occidental en 1557, la historia
de la población Kukama ha sido marcada por una constante de relaciones de
dominación y abuso. Las reducciones jesuíticas en el siglo XVII, el trabajo
forzado en haciendas, las correrías en la época del caucho y la contratación
como obreros industriales asalariados son algunos de los principales hitos que
marcaron la disminución de esta población, su desintegración étnica y su em-
pobrecimiento (Agüero, 1994; Berjón y Cadenas, 2009; Regan, 2008; Stocks,
1983).
En Nauta, ser indígena es lo mismo que ser pobre, que no tener voz, que
no ser nadie, que tener una vida de sufrimiento. Por esas razones, el mundo
indígena y lo que lo distingue es percibido por muchos como un rezago del
pasado que debe desaparecer. Asimismo, la educación —y, particularmente,
la educación superior— es percibida como el canal que permitirá a los jóvenes
acceder a un mundo distinto, uno en el que puedan tener una vida digna.
Los docentes del colegio desempeñan un rol fundamental en la forma-
ción del discurso que valora la profesión como algo positivo y del presente, y
consideran lo indígena como algo negativo y del pasado. Ellos inculcan a sus
alumnos la aspiración a “superar” a sus padres y a dejar la chacra. Asimismo,
describen como alumnos exitosos a aquellos que lograron ser profesionales.
Los padres de familia adoptan un discurso parecido. Constantemente, incen-
tivan a sus hijos a que sean “aquello que ellos no pudieron ser” e insisten en
los benecios de contar con una carrera profesional. En líneas generales, toda
la escolaridad es presentada como un canal para que los alumnos logren ser
profesionales.
Consecuentemente, cuando uno les pregunta a los escolares nautinos qué
quieren hacer cuando terminen el colegio, la gran mayoría responden que
quieren ser profesionales. De 45 escolares consultados, 36 respondieron que
aspiraban a una carrera profesional; 9, a una técnica; y ninguno contestó que
aspira a una actividad no profesional.
El incumplimiento de la promesa
Los escolares nautinos enfrentan una serie de problemas que dicultan y, en
ocasiones, impiden que puedan competir con alumnos de contextos nacionales
más favorables. Muchos de esos problemas tienen como trasfondo la situación
de pobreza en la que están inmersas sus familias. La mayoría de los escolares
en Nauta trabaja durante el verano para cubrir el costo de sus útiles escolares.
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Debido a los bajos sueldos, dos meses de trabajo a tiempo completo alcanzan
casi únicamente para ese n. Adicionalmente, muchos necesitan trabajar para
apoyar a la economía de sus familias. Evidentemente, el cansancio y, en las
épocas más difíciles, el hambre son factores que afectan su aprendizaje.
Dicho aprendizaje también es afectado por las carencias de los colegios
públicos a los que asisten que, por las limitaciones de sus docentes y sus re-
cursos materiales, están lejos de ser competitivos. Los alumnos que intenten
estudiar una carrera universitaria deberán ser doblemente recursivos, hábiles
y sacricados para suplir con autonomía las brechas educativas de las que par-
ten. Así mismo, lo tendrán que ser para encontrar la manera de nanciar sus
estudios.
Nauta cuenta con un instituto tecnológico, pero no con una universidad.
Por ese motivo, la mayoría de jóvenes nautinos planea mudarse a Lima o Iqui-
tos al terminar el colegio, considerando a Iquitos como la opción más probable
y a Lima como la más deseable. Para elegir a dónde migrar, pesa mucho el
tener familia en el lugar de destino, pues ello reduce de manera signicativa
los costos de vida.
Los nautinos que postulan a una universidad esperan contar con un apo-
yo económico de sus padres. No obstante, debido a las difíciles condiciones
económicas, ello generalmente no es suciente. Por ese motivo, muchos se
esfuerzan por desarrollar estrategias económicas complementarias. En oca-
siones, los padres apoyan al hijo mayor para que estudie; luego, este apoya a
su hermano menor; y así sucesivamente. En otros casos, los jóvenes planean
trabajar mientras estudian, aunque la mayoría comenta que esto es muy difícil
y agotador. Otros piden a sus padres que los ayuden a estudiar una carrera
técnica, para luego trabajar, ahorrar y pagarse estudios universitarios. Otros
buscan entrar a instituciones como La Marina, que no requiere certicado de
estudios y les paga desde el inicio. Llama la atención el hecho de que muy po-
cos alumnos consideren postular a una beca. En muchos casos, ello se debe al
desconocimiento de las becas que hay y, en otros, a las dicultades que enfren-
tan los alumnos para cumplir con los requisitos de la postulación.
Sin necesidad de ir más lejos, es claro que los escolares nautinos promedio
tienen escasas probabilidades de acceder a y culminar una educación superior.
Por ese motivo, en la práctica, la mayoría de los que lo intenta fracasa.
Entrevistadora: ¿Cuántos jóvenes realmente pueden llegar a acceder a
una carrera?
Entrevistado: Más o menos 15%, de repente mucho; de repente, 10%
logra ingresar a una universidad. Los demás logran encontrar un tra-
bajito, una carrera corta o están estudiando por correspondencia. Al-
gunas universidades también vienen a dar clases presenciales una vez
a la semana y, de esa manera, algunos jóvenes van profesionalizándose.
Otros ya no logran lo que pensaban, pero terminan haciendo lo que
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van pudiendo. Dedicarse a lo que nunca pensaron, pero simplemente
porque están ahí ya metidos. (Profesor, 2016)
La mayoría de los jóvenes que fracasaron en su intento de acceder a una
carrera universitaria identica como la principal causa de su fracaso las di-
cultades económicas que enfrentaron. Algunos desistieron, porque no podían
mantenerse o pagar las mensualidades; otros, porque tenían la obligación de
apoyar económicamente a sus padres o a sus hermanos menores.
Entrevistadora: ¿Terminaste el colegio, fuiste a Lima a estudiar y de
frente empezaste a trabajar?
Entrevistada: No, recién a medio año que había salido del colegio. Re-
cién ahí, empecé a trabajar, porque mis padres no tenían recursos para
que siga estudiando. Me decidí ponerme a trabajar para poder seguir
estudiando, pero no pude.
Entrevistadora: ¿Qué trabajo conseguiste?
Entrevistada: De atender en un lugar donde venden repuestos de autos
y de motos.
Entrevistadora: ¿Y lo que te pagaban te alcanzaba para ahorrar?
Entrevistada: No, no ahorraba nada, pues. Tenía que enviar a mi mamá
y no quedaba casi nada. A veces, no podía ni comprar mi ropa. (Mujer,
24 años, 2016)
En el caso de las mujeres, tener hijos es otra razón que inuye en su de-
cisión de abandonar denitivamente los esfuerzos para estudiar. Algunas, sin
embargo, lo hacen con el apoyo de sus parejas y de sus padres. Esta causa de
deserción no es poco signicativa: de acuerdo con el registro del centro de
salud, en el año 2015, hubo 81 casos de jóvenes entre 12 y 17 años que salieron
embarazadas en la ciudad de Nauta. Otra razón que motiva la deserción feme-
nina es tener pareja. Muchas alumnas coinciden en que tienen que mantenerse
solteras para poder terminar sus estudios. Esto se debe a que, una vez empa-
rejadas, los hombres les exigen que asuman roles o responsabilidades que les
impiden seguir estudiando.
Lo que implica el fracaso
Pese a que la mayoría de escolares nautinos siente que ha tomado la decisión de
estudiar una carrera profesional únicamente por sus intereses personales, al con-
versar con ellos sobre sus proyectos de vida, es evidente que, al igual que lo que
sucede con muchos otros jóvenes rurales peruanos (Ames 2002:45), sus proyectos
educativos se entrecruzan con estrategias económicas familiares a largo plazo.
Aquí no hay trabajo y yo tengo que mantener a mis padres. Tengo que
ir a otra parte para ganar bien para mantener a mis padres. También,
tengo un hermano menor y tengo que trabajar para cuando sea grande.
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Tengo que trabajar para hacerlo estudiar a él también. (Mujer, 15 años,
2016)
Esta manera de planear el futuro se fundamenta sobre una lógica que va
más allá del interés personal que cada quien puede tener por ayudar a su fami-
lia. Recordemos que el sacricio de los padres migrantes los condujo a una vida
muy precaria. Este factor tuvo una repercusión en la socialización de sus hijos.
Muchos de estos crecieron escuchando a sus padres decir que todo lo hacían
por ellos, que eran su esperanza, que eran quienes los sacarían de esa situación
de pobreza.
Consciente o inconscientemente, esas frases generan un alto grado de pre-
sión, porque implican que, de fracasar, los hijos no podrán retribuir el sacri-
cio mejorando la vida de sus padres. También, generan presión los discursos
que el alumno escucha en casa, en el colegio y en los medios de comunicación
nacionales, en los que se discrimina y desprecia a las personas no profesio-
nales. De fracasar en el objetivo de volverse profesional, el joven tendrá que
aceptar vivir una vida que desde niño ha aprendido a despreciar. Una vida
que, además, por las condiciones laborales de Nauta, probablemente será de
pobreza y precariedad.
Esta situación se complejiza aún más a partir de uno de los discursos más
descuidadamente impartidos en la escolarización peruana: que el esfuerzo es
el camino para el éxito y que, con perseverancia, se puede sortear cualquier
dicultad. La mayoría de escolares en Nauta están convencidos de que su éxito
depende exclusivamente de ellos mismos.
Entrevistadora: ¿Y qué dicultades pueden tener en el camino?
Entrevistada: Cuando uno se desanima, por ejemplo, no postula, y eso le
hace que ya no quiero hacer eso, no quiero hacer el otro (Mujer, 12 años,
2016).
Esta manera de pensar se vuelve sumamente riesgosa cuando el alumno
fracasa, pues termina atribuyéndose toda la responsabilidad y la culpa. Pese a
que, desde el inicio, los jóvenes se enfrentan una serie de condiciones sociales
y económicas que hacen muy improbable que alcancen el proyecto de vida que
han emprendido, muchos explican su fracaso en términos de no haber sido lo
sucientemente buenos.
En ese contexto, el fracaso genera una sensación de frustración que inclu-
so pone en riesgo la vida de los jóvenes.
Yo he escuchado jóvenes sentir esa frustración, de no poder llegar a ser
lo que te meten en la cabeza, lo que los maestros te dicen que es lo que
tienes que llegar a ser para ser un aporte importante en la sociedad nece-
sariamente tienes que tener una carrera universitaria […]. Eso también
viene desde el colegio y nos repiten: “Estudien para ir a la universidad.
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No te dicen para ir a un tecnológico. Te dicen: “Estudien para que va-
yas a una universidad y seas alguien en la vida, alguien en la sociedad,
alguien útil”. O sea, el que no tiene una carrera universitaria, que no
tiene una carrera técnica, que tiene su quinto de secundaria, como yo,
porque no he podido, entonces ¿no soy nadie? Entonces, ¿cómo hacerle
al muchacho ahí?… Oye, yo he estudiado hasta la secundaria y no sirvo.
Entonces, en esta sociedad, no sirvo. Entonces, ¿qué hago? Me desapa-
rezco. Porque aquí no hay lugar para mí. Ese es el sentir de la juventud
que se siente frustrada por más esfuerzo que haga. (Periodista de Radio
Ucamara, 2016)
Estrategias desesperadas
Debido al grave desencuentro que existe entre las expectativas de los jóvenes
y las oportunidades reales que Nauta ofrece, una estrategia para acceder a me-
jores oportunidades es migrar a otra ciudad. Se suele asumir que todos los
jóvenes quieren hacer su vida en otra parte y que el caso de aquellos que no lo
intentan responde estrictamente a su incapacidad.
La alta expectativa de salir de Nauta hace de esta localidad un espacio pre-
dilecto para el reclutamiento de jóvenes para diversas actividades. Por un lado,
muchos varones son reclutados para el ejército, o como obreros para plantacio-
nes de palma aceitera u otros monocultivos a gran escala en diversas localida-
des de la selva (no necesariamente cercanas a Nauta). Por su parte, las mujeres
son reclutadas para ir a trabajar de empleadas domésticas o de meseras a otras
localidades. Frecuentemente, los jóvenes aceptan estos trabajos con la expec-
tativa de ahorrar o poder llegar a un lugar más grande, y así poder tener más
oportunidades para estudiar. Sin embargo, en ocasiones, estas ofertas resultan
siendo insucientes o, peor aún, trampas. En el caso particular de las mujeres,
estas traen consigo otros riesgos importantes, como el de terminar siendo víc-
timas de trata de personas.
La percepción general es que la trata de personas es un problema grave
que va en aumento, especialmente, en las comunidades de la ribera. Si en la
ciudad de Nauta las oportunidades de acceder a educación superior son po-
cas, en las comunidades de la ribera lo son aún más, debido a que muchas de
ellas ni siquiera cuentan con centros de educación secundaria. Por ese motivo,
jóvenes, incluso menores de edad, buscan la manera de migrar fuera de sus
comunidades.
La presidenta de la Asociación de Mujeres Kukama “Huaynacana” señala
que la trata de personas es uno de los principales problemas que enfrentan las
comunidades de la ribera. Para dar cuenta de la dimensión del asunto, indica
que, en la comunidad en la que vive —una comunidad pequeña de tan solo una
calle—, en los últimos años, dos menores de edad han sido víctimas de trata.
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Lo que pasa, la realidad, hay jóvenes que han tenido el deseo de estudiar,
de seguir más adelante, pero en realidad no hay posibilidades. Enton-
ces, ellos miran la realidad: “¿qué hago yo acá? Tengo que salir a buscar
trabajo” [citando lo que dicen los jóvenes]. Los jóvenes van arriesgando
su vida y eso es el problema, no solamente aquí sino a nivel de toda la
ribera. Eso es lo que está pasando ahorita. (Presidenta de Huaynacana,
2016).
La trata de personas está, en buena medida, relacionada con la imposibili-
dad que tienen los jóvenes de salir adelante en sus propias comunidades o por
sus propios medios. Incluso, en uno de los casos atestiguados por la presidenta
de Huaynacana, un proxeneta utilizó este discurso para manipular a la madre
de la víctima.
Ahí no le dejaron entrar [a la madre] ni conversar porque decían que
“No, tú no tienes derecho de conversar con la fulana, porque ya no es tu
hija. Está llevando mi apellido. Yo le estoy haciendo estudiar, es que allá
no tiene oportunidad de estudiar”. (Presidenta de Huaynacana, 2016)
Otra estrategia utilizada por los jóvenes para intentar acceder a mejores
oportunidades es jugar a la ouija. La ouija en Nauta se juega de una manera
muy particular, que incorpora elementos culturales sobre el trato con espíritus
propios de la tradición kukama. En la cosmovisión kukama, ríos, lagunas y
bosques están habitados por espíritus que se relacionan constantemente con
los humanos. Estos pueden sanar, hacer daño, tomar posesión de un cuerpo
débil, enseñar, entre otros (Regan, 1993). En esa tradición, la magia negra es un
conjunto de prácticas y saberes que permite vincularse con espíritus malignos.
La ouija incorpora varios elementos de esta y la vuelve accesible a cualquiera
que lo desee. De esa manera, el juego termina siendo un canal a disposición
de los escolares para hacer tratos con espíritus malignos o —como los llaman
aquellos con más inuencia evangélica o católica— “el diablo.
Para que ellos [los espíritus] te concedan eso, tú tienes que hacerles un
favor. Tú quieres dinero, pero para que ellos te den te van a decir: “Quie-
ro que hagas esto; quiero que mates a tal persona, así. Tiene su costo.
Un intercambio, como se puede decir. Eso sí he escuchado. Así como
los brujos: “Tú tienes que pagarle para que haga daño a otro. Y, luego,
al que le hizo el daño tiene que ir al mismo brujo y pagarle para que te
saque ese embrujo. Al brujo tú le pagas, pero en la ouija es más fuerte
porque en sí es un demonio; es tratar directamente con el que está ahí
abajo. (Mujer, 14 años, 2016)
Al igual que lo que sucedía con la estrategia de migrar, la falta de recursos
a disposición de los jóvenes para alcanzar sus metas de manera autónoma es lo
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que vuelve atractivo a este juego. Esto se puede ver incluso en la forma en la que
se invita a nuevos miembros a incorporarse a las ceremonias.
De esa manera, cuando salimos de ahí me empezó a explicar. “Yo no
puedo estar ahí, le decía. “Yo puedo ser pobre, pero no puedo estar en
esas cosas metida. Entonces me dijo: “, vas a tener todo lo que tú quie-
res, puedes pedir, hacer un deseo y todo se te va a cumplir.” Y, así, seguí
yendo a las reuniones. (Mujer, 29 años, 2016)
Por ese motivo, muchos de los que deciden jugar lo hacen con las mejores
intenciones. La esperanza de una mejor calidad de vida es el gancho de atrac-
ción de la ouija.
Siempre le decía a mi abuelita: “Algún día, mamita, cuando yo sea pro-
fesional, yo te voy a sacar de acá, le decía. “Sí mamita, vas a ver; de acá a
un año voy a tener harta plata. – ¿De dónde vas a sacar? – “Yo sé. A mí
el diablo me va a ayudar, le decía. (Hermana de van que se suicidó,
2013)
Porque anteriormente mi hijo, antes de que fallezca, me decía: “Mira,
mamita, este año nomás vas a trabajar duro, mamita, para que me sir-
vas. Cuando yo termino, tú ya no vas a trabajar, porque nosotros vamos
a tener bastantes cosas. Nosotros vamos a ser algo en la vida. (Madre de
varón que se suicidó, 2013)
Cuando se acaban los recursos
No, no me importaba qué me iba a pasar después.
En ese momento, no te importa nada; solo quieres hacer que esto acabe.
No te importa. “Ya quiero que acabe; no quiero más esto.
(Mujer, 14 años, 2016)
Pese a que no existen registros conables que den cuenta de ello, para los nau-
tinos fue evidente el incremento en la magnitud de suicidios de jóvenes alre-
dedor de la época de la construcción de la carretera. El 12 de enero del 2003,
el diario La Región reportó el quinto suicidio en tan solo 2 meses, con el titular
Ola de suicidios alarma Nauta. Desde entonces, ha habido épocas más críticas
y épocas más tranquilas, pero los suicidios juveniles no han dejado de ser una
constante.
Ante la falta de estadísticas conables, el testimonio de los jóvenes puede
dar una imagen aproximada del panorama. Es común entre ellos, especialmen-
te los que se encuentran en edad escolar, haber visto compañeros que se cortan
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el brazo para botar el estrés o el dolor. Estas actitudes las relacionan con com-
portamientos suicidas.
Asimismo, muchos declaran haber pensado seriamente en suicidarse o
haberlo intentado. De una muestra de 36 jóvenes, 21 dijeron que nunca habían
considerado suicidarse; 10, que lo habían pensado seriamente; y 5, que habían
llegado a intentarlo al menos una vez. Estos datos presentan un panorama real-
mente preocupante.
De una muestra de 55 casos de suicidio entre el 2002 y el 2016, se observa
que el 90% de los suicidas tenía entre 14 y 24 años. Asimismo, se ha identi-
cado que las mujeres eran más jóvenes que los hombres al cometer el acto: la
mayoría de mujeres aún estaba en edad escolar, mientras que la mayor parte de
los hombres ya había terminado la secundaria.
La mayoría de los nautinos explica los suicidios haciendo referencia al
juego de la ouija, a problemas familiares, problemas económicos, problemas
amorosos, consumo de drogas o alcohol, o embarazos no deseados. No obs-
tante, atribuirlos a un factor aislado o solo considerar el detonante del acto no
permite comprender tal decisión a profundidad.
Benjamin Orlove (1981) plantea que las personas tomamos decisiones so-
bre nuestras vidas sopesando cuatro factores: nuestras limitantes (condiciones
externas que restringen nuestras posibilidades), nuestras estrategias, nuestras
metas y nuestros recursos. Además, propone que actuamos distintamente de-
pendiendo de si nos encontramos en una situación normal o en una situación
de crisis. Si analizamos los suicidios juveniles desde esa perspectiva, sale a la
luz que el grueso de los jóvenes que decidieron terminar con su vida lo hizo
tras agotar los recursos de los que disponían para acceder a una carrera univer-
sitaria. Más allá de los detonantes y de las particularidades, esta es la constante
que se repite en la mayoría de los casos. Por ejemplo, un joven de 24 años cuya
familia lo había ayudado a ser policía, trabajaba como tal para ahorrar con el
n de estudiar una carrera profesional. Tras enterarse de que su pareja estaba
embarazada, decidió suicidarse y dejó la siguiente carta:
Queridos padres por favor perdónenme que los he hecho sufrir tanto.
Yo he sido un hijo q no les ha sabido aprovechar durante los años q han
pasado. Sé que ustedes han deseado que sea algo en el futuro pero la
suerte no fue así. También mi meta era ser profesional más adelante y ya
lo estaba logrando pero lamento mucho mi decisión que he tomado yo
porque tenía un problema que no iba a solucionar jamás. […] Yo tam-
bién hubiese querido ver nacer a mi hijo que viene en camino y hubiese
sido orgulloso de tenerla entre mis brazos junto a su madre que tanto la
amaba y espero que mis padres la apoyen en lo poco que puedan porque
ella no se merece sufrir y no quiero que le echen la culpa de esto a ella
o papá y mamá. No olviden que ustedes fueron los mejores padres que
muchos quisieran tener. (Registros de la Fiscalía Penal, 2008)
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maite bustamante de almenara
En este caso, el embarazo impone una nueva limitante al joven: ahora
debe mantener a su bebé y, probablemente, también a su pareja. Esta situación
genera que el único recurso que tiene para intentar ser profesional, trabajar
como policía, se vuelva insuciente. Poco después de recibir la noticia del em-
barazo, en plena situación de crisis, decide suicidarse.
Resulta ilustrativo analizar los suicidios de los jóvenes nautinos, a la luz
de las reexiones planteadas por Hicks (2007) sobre el suicidio de población
inuit en Canadá. Este autor plantea que la tasa de suicidios en la población
inuit aumentó notablemente a la par con una ola de cambios producto de la
intensicación de la acción gubernamental en su territorio. Esos cambios im-
pactaron en lo que el autor denomina “el guion de vida de los inuit, que, a
grandes rasgos, es la idea que uno tiene sobre cómo debe vivir. De acuerdo con
Hicks, entre los inuit, los jóvenes con mayor riesgo de suicidio son aquellos
que están situados en algún punto medio entre el “guion de vida” tradicional
de los inuit y el “guion de vida” que emerge del nuevo contexto urbano (Hicks,
2007). Entre ellos, los que tienen incluso más riesgo son los que provienen
de comunidades y familias en las que el desempleo y la disfunción social son
mayores. Por el contrario, las tasas de suicidios disminuyen en los contextos en
los que el “guion de vida” urbano es el predominante y hay mayores niveles de
desarrollo económico y social, es decir, mejores sistemas de salud, más éxito
escolar, más empleo, etc. (Hicks, 2007).
Al igual que en el caso descrito, Nauta se encuentra en un proceso de cam-
bio social muy intenso, en el que se experimenta una transición de un modo de
vida rural a un modo de vida urbano. En ambos, el suicidio aparece como una
consecuencia de la frustración de no querer pertenecer a aquello no valorado
y, a la vez, no poder pertenecer a aquello que uno valora.
Pensando a futuro
Los discursos y las prácticas que giran en torno a la promesa de la educación
en Nauta se pueden encontrar en muchas otras partes del Perú (véase, por
ejemplo, Ames 2002; Ames y Rojas 2011). Sin embargo, la falta de estadística
conable sobre suicidios y la tendencia a interpretarlos en función de sus deto-
nantes en lugar de sus causas de fondo no nos permite saber si a nivel nacional
también existe una correlación entre suicidios juveniles y fracaso educativo.
Este es un punto pendiente a investigar.
De igual manera, el caso nautino deja mucho por reexionar. Por un lado,
nos obliga a preguntarnos por qué, luego de tantos años trabajando por re-
conocer y valorar la diversidad cultural, la promesa educativa —que a n de
cuentas es una promesa de progreso— se continúa elaborando en términos
dicotómicos. ¿Por qué los hijos de los migrantes en Nauta no pueden progresar
y, a la vez, llevar un tipo de vida similar a la de sus padres?
Históricamente, la educación en el Perú se ha presentado como la solu-
ción para que ciudadanos rurales “salgan del atraso, “se superen” y puedan
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estudiando para ser alguien en la vida
ser alguien. ¿Qué tan críticos somos como sociedad de esos conceptos? ¿Qué
plan tenemos en mente cuando repetimos estos discursos?, ¿la inclusión de los
pobladores rurales en una sociedad ideal en la que todos sean profesionales y
urbanos?
En el 2012, 4 de cada 10 profesionales universitarios peruanos ocupaban
vacantes no profesionales y eran sub remunerados (Lavado, Martínez y Ya-
mada, 2014, p. 2). Evidentemente, el proyecto educativo no está satisfaciendo
la expectativa. Es importante trabajar para promover que otras ocupaciones
también sean valoradas y elegidas por los ciudadanos. Para ello, el primer paso
es garantizar que estas dejen de estar asociadas a una vida de pobreza o caren-
cias. Ello no solo requiere de un reconocimiento discursivo, sino también de
un cambio en las condiciones materiales para que las personas que elijan esas
alternativas puedan vivir una vida digna.
Complementariamente, es necesario reexionar sobre cuál es el propósito
de la educación y promover que las instituciones educativas, sus docentes y su
propaganda mantengan discursos coherentes con este. En ningún escenario, la
educación debería presentarse como un canal para volver a los alumnos “alguien
en la vida, ni un espacio en el que se desvirtúen ocupaciones legítimas y —mu-
chas veces— imprescindibles para el funcionamiento de nuestra sociedad.
En el siglo XX, el Perú tuvo grandes avances en materia de cobertura edu-
cativa. Actualmente, los jóvenes de entre 16 y 24 años tienen un promedio de
10 años de educación mientras que, en 1940, menos del 5% de la población de
15 años a más tenía estudios secundarios (Benavides, 2007, p. 459). Asimismo,
en los últimos años, el Estado ha incrementado y mejorado los canales para
democratizar el acceso a la educación a través de becas, colegios de alto rendi-
miento, programas de educación intercultural bilingüe, entre otras importan-
tes medidas.
A pesar de ello, la meritocracia continúa siendo tan irreal como la igual-
dad de oportunidades. Por ese motivo, es fundamental continuar trabajando
para reducir las brechas de acceso y logro educativo, pero también es impres-
cindible moderar el discurso que asegura que con esfuerzo y perseverancia se
puede sortear cualquier dicultad; por ser peligroso y erróneo. La escuela debe
motivar a los alumnos a esforzarse por lograr sus metas, pero de una manera
saludable. En la consecución de ese objetivo, ignorar o desestimar sus limita-
ciones resulta contraproducente.
Agradecimientos
Este trabajo no hubiese sido posible sin el apoyo de la Ponticia Universidad
Católica del Perú, la Radio Ucamara y el profesor Óscar Espinosa.
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